lunes, 21 de enero de 2008

La trata de blancas en 1870



Los primeros tratantes de blancas en Buenos Aires


Por José Luis Scarsi


Se emocionaba y también sonreía cada vez que recordaba los convulsionados años en Iasi, la huida a Galitzia, las persecuciones en Constantinopla y luego en Alejandría. El descubrimiento de las pampas infinitas y sus costas bañadas por el inmenso río color de león eran para Carlos Rock el premio merecido a tantos años de privaciones, de temor constante a ser descubierto.

Aquí en Buenos Aires todo estaba por hacerse. Se criticaba al pensar lo bueno que hubiera sido llegar unos años antes pero con sus 40 actuales aún se sentía joven y sabía: que si trabajaba con el mismo esfuerzo que en Europa le alcanzaba para sobrevivir a la miseria, acá en poco tiempo, llegaría a ser considerablemente rico.

Si bien su presencia no era correspondida con los más sinceros y ampulosos saludos, le bastaba con tener el trato fluido que le ofrecían las autoridades locales. Él era un hombre de negocios y sabía que el diálogo era la llave que abría todas las puertas. Caftén, rufián o tratante de blancas, tal vez lo fuera para nosotros o lo hubiera sido en el futuro pero en aquellos años la prensa lo nombraba simplemente como caballero de industria.

Durante los primeros tiempos en la ciudad, compró el prostíbulo de la calle Corrientes 35 que ya venía funcionando desde hacía varios años. En esos días, a éstas casas se las conocía como lupanar y al igual que en el resto de los 150 que había en la ciudad, la mayor parte de sus ocupantes eran mujeres argentinas y en algunos casos se detectaba la presencia de algunos hombres de origen francés o alemán.1

Como dijimos, Carlos se instaló en la calle Corrientes cerca del muelle de pasajeros. Lo secundaba su mujer Ana, polaca de 30 años y 4 jóvenes cercanas a los 20 años que le reportaban jugosas ganancias. Una ciudad como la nuestra, en constante crecimiento y con la cada vez mayor inmigración de hombres solteros que pronto conseguían trabajo y dinero no podía pasar desapercibida por quienes desde años se dedicaban a este comercio en otras latitudes. Para principios de la década de 1870 arribaron Adolph Hönig, Adolph Weismann y Juan Hibler, estos, junto a los Rock habían estado en Alejandría que para aquellos años era otro importante puerto para la trata de blancas. No pasó mucho tiempo para que todos descubrieran las ventajas de un gran negocio que se les presentaba sin mayores problemas. La creciente economía en el Río de la Plata junto a la escasez de mujeres, comparadas con la pobreza y las cada vez más frecuentes persecuciones religiosas en Europa, eran la invitación perfecta para que hombres de pocos escrúpulos estuvieran dispuestos a cruzar el atlántico en busca de fortunas.2

Höning consigue una propiedad en Cerrito 123. Weismann, otra en Artes 41 y Hibler en Suipacha 179. Todos realizan viajes a sus aldeas de origen de donde regresan con mujeres que colocan a trabajar en sus casas o venden a otros proxenetas interesados en renovar el plantel. Lo usual era que las mujeres, una vez llegadas a la casa en la que se las alojaba, fueran informadas de una deuda que habían contraído por el viaje y de otra que comenzaba a crecer considerablemente por el alojamiento, la comida y la ropa que les proveían a precios que eran por demás exorbitantes. El desconocimiento del idioma y de las leyes del nuevo país en nada contribuía para ayudarlas.
Este accionar se repetía varias veces al año y tanto los negocios de los tratantes como el poder sobre los competidores se hacía cada vez más evidente.

La llegada de éstas jóvenes debe haber contrastado fuertemente con la presencia de las prostitutas argentinas. Paralelamente, las autoridades municipales comienzan a diseñar un sistema de normas que permitan regular la actividad y controlar el peligro de las enfermedades infecciosas. La ordenanza sobre la prostitución dictada en 1875 es ampliamente represiva para aquellas mujeres que trabajaban en casas de tolerancia. Se las podía perseguir con el auxilio de la fuerza publica en caso de que escaparan a su encierro y no gozaban de ningún tipo de derecho que las amparara. El artículo 9 permitía el comercio sexual a menores de edad con la dudosa salvedad que se probara que lo venían haciendo con anterioridad a la contratación. Se las sometía a controles médicos que en la práctica eran facialmente burlados pero si se les comprobaba haber enfermado de sífilis eran compulsivamente internadas en el hospital. Es por demás interesante hacer notar la mirada que las autoridades tenían de la mujer como foco de infección y propagadora de enfermedades en contraposición al hombre, que aún estando contagiado de la misma enfermedad no era sometido a controles médicos ni se declaraba en ninguna norma la obligatoriedad de su internación preventiva.

La ordenanza también hacía referencia a las condiciones sanitarias y edilicias de los locales y a su ubicación con respecto a escuelas o templos cercamos. La mayoría de las casas que hasta ese entonces venían funcionando en forma discrecional no cumplía con las nuevas exigencias y además la Municipalidad imponía altas patentes para quienes quisieran funcionar bajo el amparo de la legalidad.

No sería errado pensar que los tratantes de blancas aprovecharon las condiciones objetivas y la necesidad de encausar la actividad para promover un marco legal que claramente los beneficiaba por sobre los demás. Un dato objetivo es que de las 150 casas que existían a comienzos de la década y que seguramente habrían aumentado en número, en 1875 tan solo se registraron cumpliendo las normas y pagando las patentes 22 de ellas, muchas de las cuales pertenecían a nuestros conocidos recientes inmigrantes. El resto de las casas quedó en la clandestinidad y por lo tanto expuestas a clausuras y multas. Para el año siguiente, el número de casas autorizadas legalmente llegaba a 35 y 200 eran las mujeres que trabajaban en ellas. De aquí en más, la cantidad de casas clandestinas siempre fue varias veces superior a las autorizadas y por lo tanto el sistema que se había pretendido como forma de control sanitario solo se mantuvo por su importante capacidad como generador de renta.3

Adolph Weismann había sufrido algunas detenciones en Europa y era bien conocido por la policía de varios países, decidió quedarse con su negocio de Artes 41* que era una mezcla de bar y casa de juegos en donde también se practicaba la prostitución.

Juan Hibler se mudó a una casa más amplia en la calle Temple 368.

Adolph Hönig mudó su negocio de la calle Cerrito 123 a Temple 354 y 356 donde uno de sus hermanos de nombre Simón se encargaba de la administración y Ernestina Rabanowic oficiaba como regenta. No pasó mucho tiempo hasta que las rápidas ganancias le permitieron abrir otra casa de tolerancia en la calle Corrientes 506 al mando de Matilde Salowitz. Según denuncias de la prensa, Jacobo Hönig, el tercero de los hermanos, operaba en Viena desde donde manejaba el tráfico de mujeres.

Carlos Rock y un socio de nombre Augusto Janet abrieron nuevo local en Corrientes 509. Según los registros médicos de febrero de 1876 había en la casa 6 mujeres de entre 21 y 22 años todas de nacionalidad alemana. A lo largo de 12 años de visitas medicas fueron registradas 120 mujeres. Es curioso que solo una de ellas fuera argentina, en la mayor parte las jóvenes no superaban los 24 años y eran alemanas, en menor medida las había polacas y austriacas. 18 mujeres fueron inscriptas como enfermas en el libro respectivo, 7 de éstas mujeres resultaron estar afectadas de sífilis en la primera inspección médica por lo que se desprende que traían la enfermedad desde su país de origen demostrando que no en todos los casos éstas eran mujeres forzadas a ejercer la prostitución o engañadas con falsas promesas. Como conjetura y para estos primeros años, no se hace difícil suponer que es posible que fuera más práctico traer mujeres experimentadas, que eran fácilmente seducidas con la promesa de mejores ganancias que imaginar las complicaciones derivadas del rapto, la compra o el engaño de inocentes campesinas.4

Los negocios siguieron funcionando durante años sin ningún tipo de problemas por parte de la autoridad, respetando la letra más gruesa de la ordenanza los propietarios de casas de tolerancia jamás sufrieron una clausura y se las arreglaban para maximizar sus utilidades caminando al filo de la letra chica.

Si bien no hay indicios que permitan asegurar que trabajaban bajo el amparo de una organización que los reglamentara, es claro que se movían con los mismos intereses, que interactuaban cerrando negocios y que el conocimiento mutuo los volvía colegas mas que competidores. Años más tarde, otros inmigrantes con el mismo origen se organizarían en sociedades mutuales con nombres como Varsovia o Zwi Migdal. Separados del resto por la propia comunidad judía e impedidos de acceder a cualquier templo o entidad cultural de ésta, los nuevos tratantes del siglo XX se las arreglarían para hacer algo que ningún otro grupo de marginales de la ley había hecho jamás en el mundo: conformar una sociedad con el único fin de comprar las tierras para poseer un cementerio propio y recrear, de alguna manera, los ritos religiosos que les eran negados en el seno de su comunidad.

Aún faltaban varios años para que se empezara a escribir esta historia pero la hoja de papel esperaba en blanco y la idea comenzaba a surgir.



*La calle Artes es la actual Carlos Pellegrini y Temple se llama Viamonte hoy en día.

La fotografía que ilustra la nota pertenece al periódico: El Puentes de los Suspiros, mayo de 1878. Izquierda arriba, Carlos Rock y al centro Adolph Hönig.

Notas

1 Relación de las casas de tolerancia elevada al comisario, seccional 1º, A.G.N sala X, legajo 3-5-7
2 La Pampa 31/3/1876 Sección Solicitadas
3 Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, Memoria año 1877
4 Partes realizados por el médico municipal. Revista Historias de la ciudad, año V, número 23, pág. 54

jueves, 17 de enero de 2008

Noé Trauman, el anarquista que no fue



Entre las historias fantásticas y la triste realidad
Por José Luis Scarsi

De él se ha dicho que era anarquista y amigo de Bakunin, que participó en atentados revolucionarios contra el dominio ruso en su Polonia natal y que llegó a la Argentina en 1905 escapando de la persecución de la policía zarista.

También se habla recurrentemente de sus encuentros con Roberto Arlt en la confitería Las Violetas y la posterior inspiración del escritor para componer al personaje de Haffner en su novela “Los siete locos”, donde se plantea financiar la revolución con el producto obtenido de la prostitución de sus mujeres.

Pues bien, toda esta épica revolucionaria y el carácter novelesco de su vida cambian abruptamente cuando se consultan los archivos de la Policía de Buenos Aires comprobando su llegada al país 15 años antes de sus supuestas correrías por Europa y más aun: cuando se constata que la primer referencia a su filiación política nace de la fantasía del escritor Hugo Prat en su historieta “El Corto Maltés.”

Para 1895, la policía contaba con el registro pormenorizado y las fotografías de más de 150 individuos implicados con el negocio de la prostitución. La de Trauman, que ilustra esta nota, pertenece a dicho registro. En una abrumadora mayoría todos ellos eran de origen judío provenientes de Polonia, Rumania, Ucrania y otros países de Europa del este.1

Chiel Steiman, Adolfo Dickenfaden, Salomón Goldstein y Noe Trauman eran de los más activos y con frecuentes visitas a las comisarías ya fuera por los desordenes que ocurrían puertas adentro de sus locales, como también por las riñas que acontecían cada vez que disputaban negocios o el cobro de deudas con sus competidores.

Eran, sin ninguna duda, el mal elemento en las inmediaciones de plaza Lavalle y solía ubicárselos frente a ésta en los cafés del 1236 o 1214 donde hacían sus reuniones y planeaban actividades. Los comisarios de la 3º y la 5º los tenían bien identificados y era frecuente que se los detuviera por alboroto y peleas a bastonazos que nunca terminaban con heridos de importancia o graves daños.

Recordemos que la prostitución en sí misma y el lucro que ésta generaba, no constituían delito sino más bien una actividad tolerada y normada por la autoridad, que beneficiaba tanto a ésta con el cobro de patentes, como a sus explotadores con la autorización para realizarla sin sobresaltos.

Sí había castigo para la trata de blancas, el encierro y los abusos que se cometían contra las mujeres pero el número mínimo de denuncias que se formulaban se topaba siempre con el desinterés policial o los obstáculos legales que las hacían inútiles.

En 1904, la poco conocida “Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Aschkenasi” compra en Avellaneda dos pequeñas fracciones de tierra que darían origen al primer cementerio de rito aschkenazi de Buenos Aires. Curiosamente, la Jevra Kedushá, que tenía el mismo interés y representaba a la inmensa mayoría de los judíos aschkenazi, se mantiene al margen de esta operación inmobiliaria.2

Si consideramos que entre los miembros de la primera Comisión Directiva de la “Sociedad Aschkenasi” figuraban León Mund, Oscar Lustgarten, José Abramoff y Luis Migdal, no resulta difícil deducir que la mayor parte de la comunidad judía no quisiera verse implicada con gente de mal vivir, ya que los tres primeros cargaban varias denuncias por temas relacionados con la prostitución y Migdal, era uno más de los registrados por la policía varios años atrás y a la vez, se había convertido en prestamista de los rufianes y formado una reputación entre sus pares como mediador en los conflictos.3

Al mismo tiempo y bajo el nombre de “Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia” el grupo de rufianes de plaza Lavalle se presenta para solicitar la personería jurídica de su organización, a la que ubican administrativamente en Barracas al Sur, hoy Avellaneda. El reconocimiento oficial tiene fecha de 7 de mayo de 1906. De más está decir que para tales trámites se esforzaban por ocultar sus verdaderas actividades y se mostraban como un grupo de honrados ciudadanos. Como presidente de la primera Comisión Directiva, integrada por 8 miembros, figuraba Noe Trauman, un polémico personaje de origen polaco que, según los registros policiales, había llegado a la Argentina a mediados de 1890 y se dedicaba desde su arribo al negocio de la prostitución, contando con cuarenta años para el momento de ser elegido presidente de la Sociedad. Al igual que Migdal, además de ser un reconocido rufián, también actuaba como prestamista. Era relativamente bajo de estatura y algo obeso. Fue Trauman quien tomó la determinación por la cual dejarían de tocar la puerta de sus hermanos de religión y comenzarían a construir un espacio propio con las instituciones y la tradición milenaria que les era negada por los hombres.

La cercanía, el interés mutuo y las buenas relaciones de las dos sociedades queda evidenciado cuando el 23 de febrero de 1907 adquieren en condominio otra fracción de tierra junto a las anteriores y más tarde, en 1909, la Sociedad Aschkenasi vende a la Varsovia la mitad de los terrenos que le eran propios compartiendo de este modo la administración en común. Un año después, el Poder Ejecutivo Provincial le retira la personería jurídica a la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Aschkenasi por no cumplir con sus obligaciones estatutarias y en lo que es un claro acto de vaciamiento y traspaso de bienes, la Sociedad Varsovia pasa a ser, de esta manera, la poseedora de todos los terrenos que dieran origen al primer cementerio que un grupo de rufianes posea y administre.4

En años posteriores, la Sociedad Varsovia cambiaría su nombre por el de Zwi Migdal.
Extractado de Todo es Historia, septiembre 2007, número 482



Notas



1 Policía de la Capital, Galería de Sospechosos, Imprenta y Encuadernación de la Policía de la Capital, Buenos Aires, 1894. Para no caer en análisis reduccionistas o llamar a confusiones, habría que tener en cuenta que: el número de implicados en la prostitución por aquellos años era varias veces superior al informado en este libro y que, además, los había de otras nacionalidades y religión. Aun no queda claro el propósito o la intencionalidad de censar casi exclusivamente a las personas de origen judío pero sí podemos afirmar que éstos eran de los pocos que cumplían con las formalidades de la ley teniendo la habilitación correspondiente de sus negocios mientras que italianos, franceses, españoles y argentinos se manejaban, mayoritariamente, de manera clandestina.

Es importante aclarar: que la ordenanza sobre el ejercicio de la prostitución indicaba que debía ser una mujer quien estuviera a cargo o fuera la gerenta del prostíbulo. Esto dio como resultado que los datos personales de estas mujeres fueran celosamente registrados por la autoridad, mientras que los rufianes y verdaderos propietarios de los negocios se aseguraban un nada despreciable anonimato.

2 Actuación notarial del escribano Tomás Bravo, Escrituras número 161 y 163, La Plata, 25/2/1904 y escritura número 410, La Plata, 7/9/1904.

3 Actuación Notarial del escribano José M. Beruti, Escritura 38, La Plata, 23/2/1907. En la misma están transcriptos los nombres de los miembros de las comisiones directivas, muchos de ellos reconocidos tratantes de blancas. El domicilio que hacen constar como sede de la sociedad es: Lavalle 1334.

4 Actuación Notarial del escribano José M. Beruti, Escritura número 539, La Plata, 19/10/1909. Por lo que se desprende de su lectura, la nueva comisión directiva de la Varsovia para el período 1909 – 1910 estaba bajo la presidencia de Herman Cohn y Noe Trauman figuraba como “socio de honor” en condición de vocal. Como indica María Cristina Echazarreta en su trabajo “Cementerios Israelitas de Avellaneda”: simultáneamente crecía la superficie del cementerio de la Varsovia, se extendía junto a él otro cementerio de una tercera sociedad: la “Sociedad Israelita Latina de Socorros Mutuos y Beneficencia” de los judíos de rito sefardí, que nada tenían que ver con los negocios o la forma de vida de los rufianes.

martes, 15 de enero de 2008

La Zwi Migdal y su sede en calle Córdoba



Por José Luis Scarsi

El 20 de mayo de 1930, el juez Rodríguez Ocampo ordena la detención de un importante número de miembros de la organización llamada Zwi Migdal. Con el correr de los días, la prensa nacional comienza a informar sobre el accionar de los integrantes de la sociedad, todos de origen judío, que en su gran mayoría eran tratantes de blancas o poseían casas de prostitución en distintas ciudades del país.

Estos detalles novedosos para la gran mayoría del público no eran nuevos para la colectividad judía, que a través de sus instituciones o la tarea esclarecedora de muchos particulares, venía denunciando el accionar de los tenebrosos, tal como los diarios los nombraban en aquellos años o los tmeiim, palabra más precisa y referencial del idish.

La mácula despreciable con que los impuros ofendían a todos hijos de Israel era motivo suficiente para apartarlos de las organizaciones y la vida social de la cada vez mayor colonia inmigrante en la Argentina. Como contrapartida, la segregación impuesta dentro de la propia comunidad, que no se daría con los díscolos dentro de ninguna otra corriente inmigratoria, terminaría por agruparlos en la construcción de una sociedad de socorros mutuos que desde el primer momento de su creación estuvo compuesta por todos aquellos indeseables.

Si bien podemos rastrear los primeros apellidos de origen judío implicados en el negocio de la prostitución en Buenos Aires para mediados de la década de 1870. A la luz de los nuevos descubrimientos, la llegada de los más importantes nombres del negocio de explotación y trata se produce a comienzos de 1890. Entre muchos otros, Luis Migdal y Noé Trauman son dos de los personajes más importantes en aquellos primeros años. Migdal, además de ser conocido proxeneta registrado en los archivos policiales, era prestamista y mediador en las disputas entre sus colegas. En 1901 aparece como vocal de la Sociedad de Socorros Mutuos Aschkenasi. Junto a él figuraban: León Mund, Oscar Lustgarten y José Abramoff, todos sindicados como tenebrosos. Es esta misma sociedad la que en 1904 compra en Avellaneda dos pequeñas fracciones de tierra que darían origen al primer cementerio de rito aschkenazi de Buenos Aires.

Por otro lado Noé Trauman, después de más de diez años de organizar y controlar el negocio de la prostitución, se presenta en La Plata para solicitar la personería jurídica de su organización, a la que ubica administrativamente en Barracas al Sur, hoy Avellaneda, y denomina: “Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia.” El reconocimiento oficial tiene fecha de 7 de mayo de 1906. De más está decir que para tales trámites se esforzaba por ocultar sus verdaderas actividades y se mostraba como el presidente de un grupo de honrados ciudadanos.

La cercanía, el interés mutuo y las buenas relaciones de las dos sociedades queda evidenciado cuando el 23 de febrero de 1907 adquieren en condominio otra fracción de tierra junto a las anteriores y más tarde, en 1909, la Sociedad Aschkenasi vende a la Varsovia la mitad de los terrenos que le eran propios compartiendo de este modo la administración en común. Un año después, el Poder Ejecutivo Provincial le retira la personería jurídica a la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Aschkenasi por no cumplir con sus obligaciones estatutarias y en lo que es un claro acto de vaciamiento y traspaso de bienes, la Sociedad Varsovia pasa a ser, de esta manera, la poseedora de todos los terrenos que dieran origen al primer cementerio que un grupo de rufianes posea y administre.1


Córdoba 3280

Así comienza a hacerse fuerte “La Varsovia”, la organización que durante décadas manejaría el negocio de la prostitución y la trata de blancas. Habiendo tenido distintas sedes donde organizar sus reuniones, desde los primeros cafés de los comienzos, hasta locales alquilados, la casa de la calle Córdoba fue sin dudas el inmueble que por sus dimensiones y por lo ostentoso apreciaban como una revancha contra la comunidad que los despreciaba.

La cohesión del grupo y el común elemento gremial que los aglutinaba hizo crecer su poder y sus finanzas al punto tal de que en el año 1924, Wolf Brocman, José Leib Zytnitzky, Wolf Singer, Simón Brutkievich, Salomón Grosflam y Max Wonvoller, todos miembros de la Varsovia, compran una importante propiedad en la calle Córdoba 3280. La operación la realiza el escribano Darmandrail y en la misma, los señores Mérola, Isolabella y Gisbert venden a los primeros el inmueble mencionado por el que se paga la suma de $ 105.000. El desembolso real fue de $ 60.000 al contado ya que los $ 45.000 restantes se reservaban para cubrir una hipoteca que la finca tenía a favor de Perfecto Iglesias y Pablo Perlender. 2

La casa en cuestión, ubicada sobre un lote con 19 metros de frente a la calle Córdoba por 34 de fondo, se componía de un gran hall de entrada, sala, escritorio, comedor, comedor diario, baños, habitaciones de servicio y dependencias en planta baja. Continuando con 6 dormitorios y 3 baños en el primer piso más otras 2 habitaciones, baño, terraza y lavadero en un segundo piso. Además contaba con calefacción central y lujosos detalles para la época. Con un total de 651 metros cuadrados cubiertos, entre los cuales también habría que incluir un sótano y junto al amplio parque circundante, su valor actual rondaría el millón de dólares

Las condiciones en que se realiza la operación y los motivos que la impulsaron no quedan del todo claros. Se justificaba la compra por parte de los asociados hasta tanto la Sociedad estuviera en condiciones de afrontar los gastos necesarios. Sin embargo, dos años más tarde, cuando se realiza el traspaso del bien a la Sociedad, ésta termina pagando $ 150.000. Por un lado $ 105.000 (valor que se daba al inmueble producto de los arreglos y reformas que se habían realizado) y por otra parte reconocía una deuda por la hipoteca a favor de Iglesias – Perlender, que aún se mantenía en $ 45.000.3

Motivados por la nueva adquisición, cada uno en su medida y algunos intentando destacar sobre el resto, los socios realizan distinto tipo de donaciones, en especial, las relacionadas al salón de fiestas y los objetos de culto que embellecerían la sinagoga: dos arañas por valor de $ 5.000, sillas y sillones de salón por casi $ 2.000, brazos de bronces, un palco y baranda, mesas y espejos, una funda para toráh labrada con oro sobre terciopelo, libros para los servicios religiosos, 50 banquitos, un altar de roble, una carpeta negra bordada de fúnebre, una carpeta verde, etc. hasta completar un total de $ 12.363 en donaciones.

El día de la inauguración del templo se realizó una procesión por las calles del barrio transportando los rollos de la Torah, seguida por un conjunto abigarrado de proxenetas, prostitutas y regentes de los burdeles.4

Los días de fiesta eran otro motivo de algarabía, como decía el comisario Julio Alsogaray en su libro: “ Cuando se trata de un casamiento de gran vuelo, por la calidad de los contrayentes, los rufianes «echaban la casa por la ventana». La iluminación y los adornos de la sinagoga no admitían comparación por ser los más costosos y en la misma o mayor proporción era todo lo relativo al festejo. A estas grandes ceremonias, diremos así, concurrían de rigurosa etiqueta, acompañados de sus explotadas, que debían sacrificar las ganancias de una noche para ir a la fiesta, detalle que los rufianes destacan acentuadamente. Los invitados de rango, entre los que se encontraban algunos funcionarios superiores de la policía, ocupaban los sitios designados con anticipación. Las grandes proxenetas (...) lucían valiosísimas joyas, que descontaban los comentarios de las infelices esclavas, ya que sin excepción abrigan la esperanza de igualarlas algún día”.5


El fin de la trama

Con sus negocios aún en secreto para la mayoría de los porteños pero cada vez más evidentes y desafiantes para las organizaciones de lucha dentro de la comunidad judía, en 1927, en la secretaría de la Sociedad Israelita de Protección a Niñas y Mujeres,
se da forma a una nueva denuncia contra la Sociedad Varsovia para ser presentada ante la Inspección de Sociedades Jurídicas de la provincia de Buenos Aires pero como quedaría demostrado más tarde, la connivencia entre el inspector Martín Pérez Estrada y los rufianes la hacía totalmente infructuosa. Lo que sí interpretaban éstos como un problema de difícil contención era la molestia que el ministro plenipotenciario de Polonia, Dr. Ladislao Mazurkiewicz, sentía con la legalidad que las autoridades le reconocían a los rufianes permitiéndoles que su sociedad se adjudicara el título “Varsovia” nombre de la capital de la República de Polonia, lo que constituía una ofensa para el honor nacional polaco.

Alertados por la presentación que el ministro planeaba realizar oficialmente en el Ministro de Relaciones Exteriores, los rufianes optan por cambiar de nombre a la Sociedad y evitar así la exposición de sus actividades ante la prensa. Desde 1929 en adelante, será conocida como: Sociedad de Socorros Mutuos, Sinagoga y Cementerio Zwi Migdal.

Hay dos hipótesis sobre la nueva denominación: por un lado la que indica que Zwi Migdal significa “Gran Fuerza” en idish y por otro la referencia honoraria a uno de sus primeros miembros.

Cuando a fines de 1929 Raquel Liberman, que había participado en el negocio de la prostitución, se entrevistó con el juez esperando recuperar sus ahorros y dispuesta a atestiguar contra la Sociedad, la suerte de la Migdal estaba echada.

Allanado el edificio de la calle Córdoba, la justicia incautó una variada documentación, entre ella, del libro de socios de la Zwi Migdal, que fue la base de las ordenes de captura que se impartieron contra sus miembros. El detalle que no se tuvo en cuenta y que hizo ver a la organización mucho más grande y peligrosa de lo que era, fue que una gran parte de los socios que figuraban en el libro ya habían fallecido.

La búsqueda inicial de más de 400 prófugos, contando a vivos y muertos, terminó por llevar a juicio solo a 108 de los buscados. Del resto, algunos lograron escapar con el auxilio de miembros corrompidos de la policía y otros pocos no fueron citados. Los demás, ya estaban haciendo uso de la necrópolis mutual.


¿Qué fue de la mansión de Córdoba?

Tan pronto como la Zwi Migdal perdió su personería jurídica, el Consejo Nacional de Educación se interesó por la propiedad de la calle Córdoba ya que los bienes vacantes, al disolverse una sociedad, si esta no le designa un destino en sus estatutos, pasan por ley al mencionado Consejo. De igual manera, el Director de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, entendía que: por estar radicada en Avellaneda la entidad, la suntuosa casa correspondía agregarse al patrimonio de la provincia. Pero la verdad es que la residencia aún tenía una hipoteca contraída en 1928 y dado que los deudores estaban siendo expulsados del país, se presentó en el juzgado del Juez de Primera Instancia en lo Civil de la Capital Federal, Dr. Carlos A. Varangot, el acreedor Don Benjamín Abal.

El magistrado ordenó el remate judicial con una base de $ 50.000 m/n y los encargados de efectuarlo fueron Adolfo Calvete e Hijos. El 13 de septiembre de 1931 la propiedad fue subastada resultando ser el mejor postor Don Emilio Spinelli quien ofertó $ 80.000.6

La venta quedó formalizada el último día del mes de diciembre de 1931 en el despacho del Dr Varangot. Spinelli dió constancia del pago total de la suma pautada con un recibo del Banco de la Nación Argentina y se confeccionó la escritura correspondiente.

La suerte de Spinelli no duraría mucho tiempo y problemas en sus finanzas lo obligarán a pedir un préstamo en 1932. Contra el mismo, ofrece la garantía hipotecaria de las fincas de las calles: Amenabar 1085, Córdoba 3271 y Córdoba 3280.

Cinco años después y ante la imposibilidad de afrontar la deuda es demandado por Eusebio Dávila en la suma de $ 100.000 m/n. La fecha del nuevo remate se fija para el 22 de octubre y la base para la antigua propiedad de la Zwi Migdal es de $ 60.000 m/n. La venta en subasta pública recae en los martilleros A. C. Taquini y Cía. Y el comprador resulta ser un grupo empresario y de inversiones llamado “Terra – Garba Sociedad Anónima Comercial y Financiera” La persona que representa a los inversionistas y a la vez quien firma la nueva escritura es: Don Humberto Felipe Terrabusi, conocido por todos como el fabricante de las galletitas que llevan su nombre.7

Terra – Garba hace uso de la propiedad por varios años y para la década del ’40 había edificado allí un depósito, por lo que se supone que en una fecha imprecisa posterior a la compra demolió parte o la totalidad de la casa. En 1966 Enrique Pedro Rossi, en representación del grupo, vende la propiedad a David Pustelnik S.A.C.I.I.A.F quien a su vez, a los pocos días, vuelve a vender a Incomat S.R.L. realizando una escritura traslativa de dominio en favor de Julio Belenky.8

Al año posterior comienza la construcción del importante edificio de viviendas que, hasta el día de hoy, se encuentra en la parcela 10 y ocupa las actuales numeraciones 3276; 78; 80; 82 y 84 de la calle Córdoba.

Con el juicio y la exposición pública, la Migdal sufrió una gran derrota que fue la pérdida de la personería jurídica que legitimaba su existencia. El remate judicial de la sede de la calle Córdoba mostró a sus miembros la relatividad de un poder que: basado en la corrupción y el engaño, ellos creían invencible. Desmembrado el grupo como tal, sus integrantes, individualmente, fueron perdiendo protagonismo y finalmente en 1934 una ordenanza municipal terminaría por abolir el sistema de prostitución legalizada.


* Este trabajo es un extracto de “Cómo y por qué se formó la Zwi Migdal” publicado por la revista Todo
es Historia, Nº 482, septiembre 2007.




Notas

1 Actuación Notarial del escribano José M. Beruti, Escritura número 539, La Plata, 19/10/1909. Por lo que se desprende de su lectura, la nueva comisión directiva de la Varsovia para el período 1909 – 1910 estaba bajo la presidencia de Herman Cohn y Noe Trauman figuraba como “socio de honor” en condición de vocal. Como indica María Cristina Echazarreta en su trabajo “Cementerios Israelitas de Avellaneda”: simultáneamente crecía la superficie del cementerio de la Varsovia, se extendía junto a él otro cementerio de una tercera sociedad: la “Sociedad Israelita Latina de Socorros Mutuos y Beneficencia” de los judíos de rito sefardí, que nada tenían que ver con los negocios o la forma de vida de los rufianes.

2 Actuación Notarial del escribano Alfredo Darmandrail, escritura número 898, Buenos Aires, 25/11/1924. Según consta en la escritura del 6 de agosto del mismo año, Mérola, Isolabella y Gisbert habían comprado la propiedad a la señora Amalia Von Soubiron de Ferhmann, casada en segundas nupcias con Carlos Boie, en la suma de $ 94.000 m/n. y ahora, pocos meses después, la vendían a los miembros de la Varsovia con una ganancia de $ 11.000 m/n.

3 Actuación Notarial del escribano Héctor Bergalli, escritura 770, 18/8/1926 Junto a este documento se encuentran algunas actas de la Sociedad, todas fechadas en el partido de Avellaneda, como por ejemplo: la número 74 del 15 de noviembre de 1925 en la que el presidente en ejercicio, José Leib Zytnitzky, informa sobre el resultado de la elección de autoridades donde un total de 173 socios habilitados para votar eligen a Zacarías Zytnitzky como presidente por un total de 122 votos a favor contra 51 en contra.
La asamblea de socios número 76, del 29 de julio de 1926, es la que autoriza, por unanimidad y aclamación, la compra de la propiedad referida.

4 Trochon Yvette, Las rutas de Eros, Ed. Taurus, Montevideo, 2006, Pág. 93

5 Alsogaray Julio, Trilogía de la Trata de Blancas, Ed. Tor, Pág. 125

6 Actuación Notarial del escribano Eduardo Sorrentino Diana, escritura Nº 678, Buenos Aires 31/12/1931. La demanda iniciada contra la Varsovia, por aquellos años Migdal, es por la suma de cincuenta mil pesos mas los intereses y costas provenientes de un crédito constituido a favor de Benjamín Abal por escritura de fecha 10 de marzo de 1928 pasada ante el escribano Don Alberto Petrucci

7 Actuación Notarial del escribano Eduardo Sorrentino Diana, escritura Nº 546, Buenos Aires, 9/11/1937. El inmueble fue adquirido en la suma de $ 61.000 m/n abonándose $ 4880 como seña en la subasta, $ 20.120 al escriturar y por el saldo de $ 36.000 se constituyó una hipoteca sobre el mismo bien a favor del vendedor, la que debía ser saldada con tres cuotas anuales de $ 12.000 más un interés del 6% anual pagadero semestralmente

8 Actuaciones Notariales de los escribanos: Solari, 31/10/66 y Reinaldo S. Glasman 2/12/66. La venta realizada por Terra-Garba se pautó en $ 15.500.000 m/n de los cuales $ 5.500.000 fueron al contado y el saldo de $ 10.000.000 m/n en dos cuotas anuales de $ 5.000.000 m/n con el 15% de interés anual sobre saldo. Incomat, compró pagando el mismo efectivo y haciéndose cargo de la hipoteca.